He vivido mi juventud en una casa de campo y por lo tanto había animales de todas clases. Recuerdo que un día me regalaron un canario con su jaula y todo. Aquel canario saltaba y cantaba en la jaula sin parar, y yo suponía que debía estar muy contento.
Pero un día empecé a pensar que era una pena vivir toda la vida encerrado. Así que, sin pensarlo más, abrí la jaula y la ventana y le deje que eligiera: libertad o cautiverio. Eligió volar, y aunque seguramente no vivió mucho tiempo, espero que ese soplo de libertad valiera más que una vida entera encerrado.
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