martes, 12 de abril de 2022

LA CUSTODIA DE BIELVA, de Ceferino Sánchez

 

La Iglesia de Santa María de Bielva es un edificio de origen gótico, que sufrió importantes reformas en época barroca. En su interior se encontraba una magnífica custodia que, actualmente, se halla en el Museo Diocesano Regina Coeli de Santillana del Mar.

Hay estudios de algunos historiadores que aseguran que esta pieza fue traída por Domingo Pérez Inclán, caballero de Calatrava.

Domingo Pérez Inclán nació en Bielva en 1671, y de allí partió para Indias. Fue nombrado comisionado en 1719 para acompañar al Virrey y Arzobispo Diego Morcillo en su entrada en la ciudad de Cuzco. Dos años más tarde fue nombrado alcalde de este lugar, teniente de capitán general de la Provincia de Chumbivilcas y Corregidor de Carabayas en Perú.

En 1730 regresó a España, ingresando en el Consulado de Cádiz. Debió ser entonces cuando trajo consigo la custodia que terminaría remitiéndola a su tierra natal.

La Custodia está realizada en plata sobredorada con incrustaciones de esmaltes coloreados de azules, verdes y beiges, todos ellos en forma geométrica. Posee una grandes molduras salientes y sobrepuestos de cabezas de ángeles esmaltados. El elemento más sobresaliente es su magnífico sol. 

Las características formales de la custodia de Bielva la aproxima a otra importante obra de la platería cántabra: la custodia de la Catedral de Santander, obra de finales del siglo XVII atribuida al platero de Cuzco Luis de Lezana”el menor”, activo hasta 1690. Eso ha supuesto que se considera la posibilidad de que este mismo artista fuera el responsable de ambas custodias.

El paradero de la pieza ha sido un ir y venir de una a otra casa de algunos vecinos y muchos han sido los encargados de guardarla. Mi madre comentaba que ella sabía que la custodia ya estuvo metida en una cesta de casa de una vecina llamada Mari Luz hace más de 100 años, hasta que un párroco, don Lino, se la llevó a la Iglesia. Pero a este hombre y a su sobrino les mataron los rojos en la Guerra Civil, aunque un poco antes para protegerlo, se la entregó a su primo Paulino. Paulino la enterró cerca del invernal del Sedo y se lo contó a algún vecino por si le pasaba algo que supiera que estaba allí.

Pero Paulino no se fiaba de tener aquello tan a desmano y al final se la llevó a casa y la guardó en la cocina, metida en un fogón hasta que terminó la guerra.

Como Bielva, hasta 1956, pertenecía a la diocesis de Oviedo tuvimos un cura que vino de allí, don Manuel, y se hizo cargo de la custodia. Tanto cuando Bielva fue diócesis de Oviedo como cuando pasó a ser de Santander, la pieza ha sido requerida por ambas, pero lo hemos evitado los de Bielva. Don Manuel no la prestó demasiada atención, y la tenía encima de un mueble en la sacristía. Pero el siguiente párroco, que vino de más cerca, de Labarces, sí que la valoraba y lo veía tan valioso que se planteaba qué hacer con esa joya. Alguna vez declaró que él era de la opinión que lo mejor sería venderla para dar de comer a los pobres, pero el pueblo de Bielva se negó a hacerlo. Un maestro de entonces, Javier, que se quedaba en casa de mi hermana, la recogió y la guardó un tiempo, hasta que mi hermana decidió llevarla a casa de mi madre para quitarla de en medio. Y allí estuvo hasta que Enrique Campuzano intentó llevar la custodia a Sevilla en el año 1992, pero ante tal hecho, los vecinos volvieron a decir que no, porque sabían que si salía de Bielva no volvería. Era tal el interés por la custodia que se hizo un reportaje fotográfico con todas sus características para evitar que se perdiera.

Al final, para su mejor conservación, se llegó a un acuerdo para llevarla a Santillana, con la obligación de traerla a Bielva en las dos fechas más señaladas del año: la celebración del Corazón de Jesús y la Misa del Cristo Chico.

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