viernes, 8 de abril de 2022

LA NOCHE EN VELA, de Fidela Díaz García

 

Una noche de Viernes Santo de hace casi sesenta años fuimos a velar al Santísimo a la Iglesia de Cades como era tradición.

Nos quedamos las chavalas y chavales hasta media noche. Los chavales se fueron a la tienda a buscar unas botellas de moscatel y unas galletas. Después de tomar la mistela acabaron todos en el altar. Algunos se vistieron de cura y entonces nos casaban a unos, y nos confesaban a otros. Todo en broma, claro.

Muchos acabaron dormidos por los bancos de la iglesia, y algunos usaron como baño la pila bautismal.

A la mañana siguiente cuando se acercaba la hora de que llegara la gente a seguir velando, los mozos se fueron a una cuadra que había allí al lado y nosotras fuimos a buscar agua para lavar la pila. Cuando, a las 10, a la hora de la misa, los mozos entraron llenos de hierba seca, el cura soltó una risa.

A raíz de esta historia se dejó de velar de noche y se decidió cerrar la Iglesia a partir de las 10 de la noche.

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