Señor mío Jesucristo, yo me voy a la cama
con el santo de mi nombre y el ángel de mi guarda.
San Pedro llavero, San Miguel pesa las almas.
Pésalas bien, San Miguel
que estas son siete palabras,
y el que las escucha
noches y días de perdón gana.
Aquel vaso que te di, lleno de manjar precioso
no lo comas con pecado, que si comes cada bocado
comes a Dios poderoso, él que es cordero y león,
y más vale vergüenza cara que mancilles su corazón.
Por la su cara preciosa ya os ofrezco, señora, los misterios del rosario.
Desde el portal de Belén, trece leguas al calvario.
Allí está la Virgen María parida,
allí llevan a San José agarrado por las manos.
Qué haces, doncella, ahí parida.
Aunque estoy aquí, doncella, no dejo de tener pena,
por ver al hijo de Dios envuelto entre paja y hierba.
La mula se lo comía, la vaca con cuerno llega
Oh mula, mal inclinada, la mi maldición te caiga.
Oh vaca, bien avenida, la mi bendición te siga.
Otro día a la mañana salieron a preguntar
¿Viste por aquí pasar, señor, una estrella columbrar?
Por aquí pasó, señora, antes del gallo cantar.
Caminemos, caminemos, por este Monte Calvario
que por bien que caminemos, ya le habrán crucificado,
ya le hincan las sujetas en su divino costado.
Jesucristo bajó al mundo con mucha serenidad
bajó el caliz y la hostia para ir a consagrar.
Los ministros van con él porque comen de su pan.
El uno era San Pedro y el otro era San Juan.
Mañana por la mañana os iréis a confesar,
os daré mi cuerpo y sangre para ayudar almorzar.
Cuatro bancos tiene mi cama, cuatro ángeles me la guardan
San Lucas y San Mateo, San Juan y el señor San Pedro
Dios que bendice la hostia, Dios que bendice el altar
Dios que bendice la cama en la que me voy a acostar.
Mi alma encomiendo al señor, a la Cruz Santa en la que murió.
Santa María vaya en nuestra compañía, la Virgen de Covadonga,
San Pedro, llavero del cielo, San Miguel pesa las almas,
pésalas bien, San Miguel que estas son siete palabras.
¡Ay Dios, quien las dijera!, cuánto se me arranca el alma ¡oh sepultura la mía!,
cuan olvidado os tengo, cuántos hombres y mujeres, sanos y buenos, se acuestan
y a la mañana, ¡Dios mio, cuántos aparecen muertos!.
No quiera, Jesús mío, que yo sea una de ellos
y que desde este mundo al otro vaya
sin los santos sacramentos.
con el santo de mi nombre y el ángel de mi guarda.
San Pedro llavero, San Miguel pesa las almas.
Pésalas bien, San Miguel
que estas son siete palabras,
y el que las escucha
noches y días de perdón gana.
Aquel vaso que te di, lleno de manjar precioso
no lo comas con pecado, que si comes cada bocado
comes a Dios poderoso, él que es cordero y león,
y más vale vergüenza cara que mancilles su corazón.
Por la su cara preciosa ya os ofrezco, señora, los misterios del rosario.
Desde el portal de Belén, trece leguas al calvario.
Allí está la Virgen María parida,
allí llevan a San José agarrado por las manos.
Qué haces, doncella, ahí parida.
Aunque estoy aquí, doncella, no dejo de tener pena,
por ver al hijo de Dios envuelto entre paja y hierba.
La mula se lo comía, la vaca con cuerno llega
Oh mula, mal inclinada, la mi maldición te caiga.
Oh vaca, bien avenida, la mi bendición te siga.
Otro día a la mañana salieron a preguntar
¿Viste por aquí pasar, señor, una estrella columbrar?
Por aquí pasó, señora, antes del gallo cantar.
Caminemos, caminemos, por este Monte Calvario
que por bien que caminemos, ya le habrán crucificado,
ya le hincan las sujetas en su divino costado.
Jesucristo bajó al mundo con mucha serenidad
bajó el caliz y la hostia para ir a consagrar.
Los ministros van con él porque comen de su pan.
El uno era San Pedro y el otro era San Juan.
Mañana por la mañana os iréis a confesar,
os daré mi cuerpo y sangre para ayudar almorzar.
Cuatro bancos tiene mi cama, cuatro ángeles me la guardan
San Lucas y San Mateo, San Juan y el señor San Pedro
Dios que bendice la hostia, Dios que bendice el altar
Dios que bendice la cama en la que me voy a acostar.
Mi alma encomiendo al señor, a la Cruz Santa en la que murió.
Santa María vaya en nuestra compañía, la Virgen de Covadonga,
San Pedro, llavero del cielo, San Miguel pesa las almas,
pésalas bien, San Miguel que estas son siete palabras.
¡Ay Dios, quien las dijera!, cuánto se me arranca el alma ¡oh sepultura la mía!,
cuan olvidado os tengo, cuántos hombres y mujeres, sanos y buenos, se acuestan
y a la mañana, ¡Dios mio, cuántos aparecen muertos!.
No quiera, Jesús mío, que yo sea una de ellos
y que desde este mundo al otro vaya
sin los santos sacramentos.
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